Sin alcantarillado. Ni agua corriente. Tampoco depuradora. No existe servicio de recogida de basura. Apenas dos caminos de asfalto. El resto, de tierra. Entrar en El Palmar supone retroceder veinte o treinta años atrás, cuando la mayoría de las playas de Cádiz, una de las provincias con las arenas más limpias y amplias de toda España, eran vírgenes, salvajes, naturales. Sensuales.
El Palmar, de siete kilómetros de extensión, está amenazado, en peligro de extinción. Treinta y nueve mil miembros de un grupo de Facebook se manifiestan contra un macroproyecto hotelero que aseguran destruirá el potencial de la zona. Para otros esta construcción supone un símbolo del progreso y la solución al 30% de paro: en una población de 12.800 habitantes, 2.500 personas están desempleadas.
En la Torre, el restaurante situado en el centro de El Palmar, esperan Antonio Nabú, Lola Ilescas y Mónica García. Los tres son los principales activistas de la plataforma que se manifiestan contra los apartahoteles previstos por Chivas Promociones Inmobiliarias. “Aquí se presenta una oportunidad inmejorable para implantar un nuevo modelo turístico, un turismo rural de playa, algo muy distinto a lo que se hizo en Chiclana con Sancti Petri”, explica Nabú.
El proyecto original, del grupo mallorquín Riera Marsá, contemplaba dos apartahoteles y 1.300 plazas turísticas. Chival Promociones Inmobiliarias, pilotada por el empresario sevillano Juan Muñoz, entregó a finales de año un depósito de 180.000 euros al Ayuntamiento de Vejer de la Frontera para la construcción de El Palmar Gran Resort, como este diario adelantó el 17 de diciembre de 2009.
En la zona de Malcucaña, situada en parte en terreno inundable, no hay máquinas trabajando. Ni rastro de movimiento de tierras en un paraje situado a 500 metros de la costa y lindando con un paisaje protegido de Conil de la Fontera, en la desembocadura del río Conilete. El Ayuntamiento de Vejer va con retraso en la aprobación del plan parcial que debería autorizar el proyecto, que se llevó a pleno el 21 de diciembre.
El alcalde Antonio Verdú (PSOE) define a los miembros de la plataforma como “turismo de bocadillo de mortadela”. Esta expresión, lejos de enrabietarlos, les anima a defender aún más el entorno. “Hay que tener en cuenta las características del lugar y el contacto con la naturaleza”, apunta García Kielmannsegge, de madre alemana, ex concejal socialista de Alpedrete, también ex responsable del colectivo de lesbianas del grupo federal LGTB-PSOE, quien se ha reunido con responsables técnicos de la Junta de Andalucía. La respuesta siempre es la misma: es difícil contentar a todos.
Policías locales patrullan por la playa para multar con 300 euros a los propietarios de perros. Molestan a los que toman el sol en la mitad de la tarde de un martes cualquiera de agosto. Una pareja de Bormujos (Sevilla) conoce los planes de construcción en la zona. Se oponen. “Sigue siendo el mejor sitio de Cádiz, pero me gustaba cuando era más virgen. Este año hemos visto en la orilla cáscaras de pipas y colillas. Eso antes no pasaba”, apunta Jesús López, 35 años, delineante, antes de comprar a Elke, la regidora del chiringuito El Deseo, un par de chucherías para Curro, su hijo de 10 meses.
“Hay una picaresca que ni te cuento”
Sostiene Lola Ilescas, profesora de Instituto en Conil, de Ecologistas en Acción, que el 30% del desempleo de la zona (“hay una picaresca que ni te cuento, si fuera cierto ese porcentaje habría sublevación”) no se disminuirá, con el proyecto hotelero. “No será el maná”, apunta. Y para ello, como su compañero Nabú, pone el ejemplo de Chiclana, con la misma cifra de parados y alta densidad hotelera. “No contarán con la gente de El Palmar, ni con los proveedores de aquí”, abunda.
La legalidad de las viviendas y los negocios (casi todos ilegales en la zona al no existir ningún plan urbanístico) se ha convertido en el gran lucha de la plataforma. “Nos tratan de locos soñadores, pero el PSOE debería ser más cuidadoso. Luis Pizarro [consejero de Gobernación de la Junta] apoya el proyecto, pero Izquierda Socialista de Jerez y las Juventudes Socialistas están con nosotros. Cuidado que con gente como el partido que monta López Uralde pueden perder muchos votos”, apunta Nabú.
La polémica en El Palmar no se limita al proyecto hotelero (en la zona apenas hay 25 plazas turísticas), sino al pago de impuestos al precio de Milla de Oro por servicios tercermundistas. Para la contribución urbana cada vecino paga una media de 300 euros el metro cuadrado. Hay contribuciones de 8.000 y hasta 10.000 euros anuales. “Así no podemos seguir”, cuenta un vecino. “En invierno”, relata, “esto es un desastre, todo lleno de fango y sin gente”. Un amigo de éste concluye: “El Palmar se puede convertir en el motor económico de Vejer. Con o sin hotel”.
Por Agustín Rivera. www.elconfidencial.com
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